En los últimos años se ha hecho evidente la necesidad de enfocar todas las acciones que llevamos a cabo dentro de un marco de sostenibilidad y compromiso con el planeta. Algunas de las peores consecuencias del progreso económico de la humanidad como el cambio climático comienzan a hacerse notar y organismos nacionales e internacionales nos invitan a hacer todo lo posible por combatirlas.
Pero, ¿cuál es el papel del sector privado en este sentido? ¿Qué medidas están tomando las marcas en sostenibilidad? Históricamente, el sector privado no ha entrado en demasiada profundidad en aplicar políticas de sostenibilidad en sus productos, actividades o procesos internos, pero últimamente la tendencia es implicarse, ya sea en cuestiones de medio ambiente, igualdad de género o fin de la pobreza, entre otras.
Quizá la clave fundamental de la tendencia del sector privado hacia la sostenibilidad sea el hecho de que, tras muchos años de esfuerzo por parte de las instituciones, el consumidor empieza a estar verdaderamente concienciado y, cuando las circunstancias se lo permiten, elige marcas sostenibles frente a aquellas que no lo son. La labor de concienciación y comunicación ha dado sus frutos y por fin lo sostenible, lo ecológico y, en definitiva, lo justo están de moda entre la población y constituyen un driver para el consumo.
Uno de los retos para fabricantes y distribuidores en este año 2018 ha sido sin duda el relacionado con los valores y la sostenibilidad. Este cambio en la forma de actuar del consumidor, que demanda cada vez más productos y servicios en los que los valores sociales positivos aparezcan de forma explícita, ha sido y es a día de hoy uno de los principales motores del cambio en la forma de trabajar de fabricantes y distribuidores.
El consumidor y el punto de venta
Uno de los lugares en los que más se perciben estos cambios es en el punto de venta tradicional, como por ejemplo un supermercado. Ya son habituales las quejas por un uso excesivo del plástico en envoltorios de productos como la fruta y ya son varios los supermercados que están cambiando las clásicas bolsas de plástico por sus equivalentes en papel, fibra vegetal o materiales compostables.
Hasta la fecha, estas prácticas han respondido más a una demanda por parte de los consumidores que a iniciativas propias de marcas y distribuidores. Sin duda, una mayor proactividad por parte de estos en temas de sostenibilidad será muy bien recibida por el consumidor, dado este contexto o tendencia.
Responsabilidad social corporativa
Estas tendencias en el comportamiento del consumidor han puesto la RSC (responsabilidad social corporativa) en el centro de las estrategias de las marcas, tanto de negocio como de comunicación. Tener una serie de valores y comunicarlos es crucial para aumentar los ingresos. De la misma manera, las compañías cuyo negocio principal no encaja con la sostenibilidad (por tratarse de industrias contaminantes o que de alguna manera contribuyan con una serie de actividades contrarias a la sostenibilidad) han visto reducidas su ganancias o han aumentado sus gastos, bien en reenfocar su actividad principal o bien en labores de lobby.
En el contexto de hiperconexión en el que vivimos, es mucho más fácil que se genere una crisis de reputación en una marca: ante cualquier mala praxis, el usuario tiene en sus manos el poder de hacer pública y accesible esta cuestión a todo el mundo en tan solo unos segundos. Las compañías han de saber responder de manera ágil, y la mejor forma de saber responder es que la sostenibilidad y los valores positivos comiencen a formar parte del core business de la marca. Para una empresa, la cuestión de la sostenibilidad no es en absoluto un gasto en cuanto a su imagen pública, sino una inversión de futuro que se verá recompensada con un mundo mejor y con un aumento de las ventas.